Abril es la primavera de puntillas. La luz que ahora comienza. El ruido vacío de las noches. Las playas con manga larga. El Mediterráneo sin Manuel Alcántara.
Roma es un invierno de mármol. Un frío de cielo, mundo y hora. El eco de los toques lentos a cuerda de dos campanas despidiendo al siervo bueno y fiel. Benedicto XVI con toda su muerte a cuestas.
La actualidad es mentira. La realidad secuestrada por el turbio interés. Un espejo con trampa en el que se nos obliga a mirarnos. La suplantación de lo relevante. La vida adulterada. El hijastro del hombre. El pretérito imperfecto.
La dignidad es el escándalo de lo humano. La cortesía de lo sublime que cabe en una vida. En todas las vidas. La revolución que nunca caduca. La oportunidad de ajustar cuentas con la verdad.
Malasaña es la libertad entre acordes. Cuna de la movida madrileña, barrio en el que la luz de la mañana entra en la habitación.Donde unos cabellos dorados parecen el sol y luego, por la noche, uno puede ir al Penta a escuchar canciones que consigan que podamos amar. Antonio Vega es su Cervantes y su “Chica de ayer” su Dulcinea.
La telebasura es vanidad disfrazada. La desnaturalización de lo real a través de lo fatuo. El órdago al buen periodismo. Una oportunidad para que lo vulgar triunfe y la verdad se desdibuje.