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Quo vadis, Benedicto XVI

<p> &nbsp;</p> <p style="text-align: justify; "> Benedicto XVI es el Papa que ha querido morirse como Joseph Aloisius Ratzinger. El 19 de Abril de 2005&nbsp;fue elegido sucesor de Juan Pablo II despu&eacute;s de dos d&iacute;as de c&oacute;nclave&nbsp;y dos fumatas negras. El cardenal Ratzinger hab&iacute;a repetido en sucesivas ocasiones que le hubiese gustado retirarse a una aldea b&aacute;vara y dedicarse a escribir libros. Los planes de Dios se cruzaron en su camino y tuvo que sustituir al gigante Juan Pablo II, el &ldquo;santo s&uacute;bito&rdquo;</p> <p style="text-align: justify; "> El siglo XX no se entiende sin la figura del Santo Padre polaco, Juan Pablo II. La Iglesia pudo adentrarse en un nuevo milenio de la mano de un Papa enfermo, que desde su vulnerabilidad y dependencia mostr&oacute; los rasgos que nos hacen grandes a los hombres. Por sus heroicas virtudes humanas fue reconocido como un hombre para la eternidad entre todos los que lo conocimos. Tras su fallecimiento, la Iglesia deb&iacute;a tomarle el pulso a un siglo XXI exigente y en crisis, y deposit&oacute; su confianza inicial en un cardenal anciano y enfermo, pero de gran cilindrada intelectual y humana. Todos los cat&oacute;licos sab&iacute;amos que el sacrificio que deb&iacute;a realizar Ratzinger era de epopeya.</p> <p style="text-align: justify; "> El pasado 11 de Febrero, Benedicto XVI anunci&oacute; por sorpresa su dimisi&oacute;n del cargo, y nos comunic&oacute;: &ldquo;He llegado a la certeza de que mis fuerzas, debido a mi avanzada edad, no se adecuan por m&aacute;s tiempo al ejercicio de mi Ministerio&rdquo;. La sangre se nos hel&oacute;, pero inmediatamente comprendimos las razones de su renuncia. Benedicto XVI ha sido el Papa necesario para facilitar el camino en este complicado y exigente siglo al futuro Santo Padre. Por mucho que les duele a los periodistas de intrigas vaticanas, todo ha sido m&aacute;s sencillo y humano.</p> <p style="text-align: justify; "> Cuando escuch&eacute; su declaraci&oacute;n, record&eacute; una antigua tradici&oacute;n romana. &Eacute;sta cuenta que cuando Ner&oacute;n incendi&oacute; Roma en el a&ntilde;o 64, desencaden&oacute; una feroz persecuci&oacute;n contra los cristianos. Por tal motivo, &nbsp;San Pedro sali&oacute; de la ciudad, y en su camino se encontr&oacute; con Jesucristo, a quien le pregunt&oacute;: , &quot;Quo vadis, Domine?&quot; (&iquest;A d&oacute;nde vas, Se&ntilde;or? ) . Jes&uacute;s se detuvo y le respondi&oacute;: A Roma, para volver a ser crucificado. Entonces San Pedro, entendiendo el mensaje, regres&oacute; a Roma y fue perseguido y martirizado.</p> <p style="text-align: justify; "> Seguro que en estos d&iacute;as Joseph Aloisius Ratzinger, se ha preguntado: Quo vadis, Benedicto XVI?</p> <p> &nbsp;</p>