Sin noticias de Churchill
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El sábado es el único día de la semana. Nuestros días son jornadas de funcionario esperando la nómina a final de mes. No hay más aspiración para nuestra vida burguesa que llegar al fin de semana sin más arrugas que las precisas. Nuestras horas se gastan en la vida del relato corto, con las actividades extraescolares ordenadas, el gimnasio necesario y la lechuga por las noches. Lo eterno no es otra cosa que un cuadrante sin sobresaltos.</p>
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Nuestra versión más aventurera la dejamos para la discusión futbolera, la tertulia política y la visita al nuevo restaurante con cocinero de escuela. Soportamos estoicamente el eslalon de las ocurrencias de nuestros políticos porque no nos tocan los sábados.</p>
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Mientras los barrenderos de Madrid esperan a que acabe la enésima manifestación, y la política encuentra su fin con las cañas del mediodía, Europa se pierde en sus bolsas bursátiles y no recuerda a uno de sus grandes.</p>
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El pasado 24 de Enero se cumplió el cincuentenario de la muerte de Winston Churchill. La vida del político inglés no interesa a los hombres del sábado. Si me apuran, en estos días de discurso en la televisión y debates en Twitter, posiblemente Churchill no tendría sitio ni en las juventudes de los partidos políticos.</p>
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En la Europa de la Champions y los paraísos fiscales, aunque muchos lo desconozcan, es de justicia recordar que él tuvo la determinación de defender los valores de nuestra civilización occidental cuando los totalitarismos quisieron engullir al hombre.</p>
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Fue quizá el político más querido del siglo XX, el líder más inspirador de su época, el orador más poderoso de su tiempo y el rostro más elocuente de la libertad. Le dio tiempo a participar en la última carga de Caballería británica y a felicitar a Kennedy por su carrera espacial.</p>
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Nunca fue una persona políticamente correcta. No gustó de palabras blandas y de discursos sin cilindrada. Intentó ser fiel a sus convicciones y las defendió con la prosa veraz de la <em>"sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor"</em> . Situó al hombre en el centro de su interés, y la defensa de su libertad como su primera obligación.</p>
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En estos tiempos de desorientación generalizada, con políticos y ciudadanos sin demasiado oficio, y con desinterés por lo intelectual, no es raro que la “fast” ideología cale en las mayorías.</p>
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Nadie puede esperar la aparición en escena de un nuevo Churchill con buenas nuevas que ayuden a conformar un nuevo discurso, que resuene con la fuerza de la razón moral, que sirviera para galvanizar a una Europa que se atreva a conocer "su mejor hora".</p>