Salvar al soldado imputado
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España ha alumbrado un nuevo estado civil: el imputado. Compite en relevancia social con los conocidos de casado o soltero. La vida media de los procesos judiciales en nuestro país ha hecho posible que una persona pueda estrenar su edad adulta, después crecer e incluso reproducirse, y finalmente fallecer como imputado.</p>
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Los gobiernos europeos andan enredados en la teoría de los juegos en su negociación con Grecia, y nosotros a la espera de las convocatorias electorales, desayunamos cada día con un nuevo miembro de nuestro “establishment” político o social engordando el número de imputados.</p>
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Ser imputado en España no es un estado procesal más, ha pasado a ser una forma de vida para muchos. Nuestra justicia repta en el tiempo de las nuevas tecnologías con la coartada eterna de proteger los derechos y garantías procesales, y en eso que se nos pasa la vida.</p>
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Nuestro país es una tierra que acoge y socializa con rapidez. Tanto es así, que llevamos años soportando en las listas electorales, en cargos de representación y demás responsabilidades con sueldo y aforamiento, a imputados de todo género y condición, sin torcer demasiado el gesto. Es más, en demasiadas ocasiones se ha premiado con la mayoría en las urnas a los que no haciendo ascos al tufo de la corrupción, se encontraron imputados posteriormente en diferentes causas, ninguna de ellas benéficas.</p>
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Los partidos tienen un manual de estilo conocido por todos para el tratamiento de los imputados. A saber: si es de otra formación política debe dimitir de todas sus responsabilidades en el mismo momento de conocerse su nuevo estado; si es de la propia, hay que encontrar el matiz para defenderlo.</p>
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España ha cambiado en estos últimos años de impuestos y paro, de corrupción y desmantelamiento del estado de bienestar, y ya sabe catalogar muy bien a las personas que son imputadas en política o en los círculos de poder. Lo extraño es que los partidos políticos no hayan asumido ese nuevo cambio sociológico y sepan interpretar el nuevo código ético.</p>
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En estos días de ceniza, parece que sólo hay dos tareas en las que se ocupa nuestro país. La primera, la de toda una cadena de televisión por defender a la princesa del pueblo de sus excesos verbales y modos de hacer en un concurso. Y la segunda, y más relevante, la de montar por parte de los partidos políticos y sus aledaños una auténtica estrategia para salvar a sus soldados imputados.</p>
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Tanto la cadena amiga como los partidos políticos señalados, comprobarán que sus estrategias obtendrán sonoros fracasos. Hay otra España posible, sin princesas del pueblo y políticos imputados.</p>