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Política cosmética

<p style="text-align: justify;"> Sin maquillaje no hay pol&iacute;tica en Espa&ntilde;a. En estos d&iacute;as de sol y sorpresas, cuando la piel blanca del invierno se rinde, nuestros pol&iacute;ticos se afanan en abusar del n&aacute;car molido. Enrique II utilizaba una mascarilla de clara de huevo y harina de habas para que su rostro siempre se conservara terso y radiante para su caprichosa esposa Catalina de M&eacute;dici. El pobre ser&iacute;a un aficionado al lado de tanto pol&iacute;tico espa&ntilde;ol con af&aacute;n por la cosm&eacute;tica.</p> <p style="text-align: justify;"> La alcaldesa Carmena busca en sus j&oacute;venes y d&iacute;scolos concejales la p&oacute;cima de la juventud que no encuentra en&nbsp; su arrugado y senil programa electoral, lleno de aceite de vitriolo para mantener su pelo vigoroso. Nunca pens&oacute; que el joven Felipe Gonz&aacute;lez, de pelo cano y lucidez elevada, le recordara aquello de los ac&oacute;litos del molino de viento con bigote al que se enfrent&oacute; con hidalgu&iacute;a tan s&oacute;lo hace unas semanas.</p> <p style="text-align: justify;"> Con energ&iacute;as renovadas, adem&aacute;s &nbsp;del pelo y barba aseados, Pablo Iglesias comienza a navegar por la red con un gesto relajado y sonriente que tiene poco que ver con el pol&iacute;tico que lleva dentro. Sin emplastes que conozcamos, y a golpe de rat&oacute;n, la nueva imagen del rey de los plat&oacute;s, rinde el culto a un l&iacute;der que poco tiene que ver con aquel activista enfadado de las elecciones europeas. Con escolta y cena en reservado, la tortilla ha pasado de ser la comida del compa&ntilde;ero, al tablero de ajedrez del intercambio de sillones con su amigo Pedro.</p> <p style="text-align: justify;"> El l&iacute;der socialista cuida su rostro con esmero para seguir siendo reconocible para los socialdem&oacute;cratas, que en un tiempo fueron mayor&iacute;a parlante en su partido, y que ahora permanecen ciertamente callados ante tanto pacto suicida. El poder tiene esas cosas, se comienza por compartir mesa y mantel y se acaba firmando la propia sentencia de muerte.</p> <p style="text-align: justify;"> La semana esperaba que Mariano le dijera a Rajoy que deb&iacute;a revolucionar su partido y su gobierno, para al menos salvar los muebles en las pr&oacute;ximas elecciones generales, y no comprar ya el luto. Rajoy le contest&oacute; a Mariano, que la revoluci&oacute;n era &eacute;l, y que nada deb&iacute;a cambiar, para que cambie todo en Espa&ntilde;a. Ha fichado al dentista de Pablo Casado, un joven que no debiera fiar su futuro al del presidente gallego, y ha sentado a un Moragas entrado en kilos y a un Arenas demasiado aburrido, en una ejecutiva que parece estar dictando sus &uacute;ltimas voluntades. Rajoy nunca cuid&oacute; de su barba, su partido ni su gobierno, y por tanto ahora ni el cat&aacute;logo completo de Deliplus de mi amigo Vicente, puede ayudar a lo que ya no tiene remedio.</p> <p style="text-align: justify;"> Yo sigo preguntado en mi muro de Facebook si condeno a mi barba o le concedo el indulto. O sea.</p>