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No hay huevos

<p style="text-align: justify;"> Los huevos son la met&aacute;fora del valor en min&uacute;scula. En los pa&iacute;ses libres, los ciudadanos son la fortaleza de la sociedad independientemente del nivel de testosterona de la misma. En la democracia es la ley la que marca los l&iacute;mites del terreno en los que debe jugarse el partido. La convivencia siempre se llev&oacute; bien con el respeto y se encontr&oacute; incomoda con la provocaci&oacute;n gratuita. Cuando hay que recurrir a los huevos, la ley comienza a ser d&eacute;bil, y su cumplimiento comienza a cuestionarse, y esa es una deriva peligrosa para cualquier democracia con deseos de permanencia.</p> <p style="text-align: justify;"> El espect&aacute;culo cainita de la &uacute;ltima final de la Copa del Rey de f&uacute;tbol en Barcelona no da ni para una met&aacute;fora de Nacho Vidal. Todo el mundo conoc&iacute;a de antemano, por el antecedente de una final similar, que dos equipos con aficiones poco amantes del proyecto vertebrador de lo espa&ntilde;ol, no har&iacute;an demasiado por respetar el himno nacional como ya hab&iacute;an hecho antes. Mezclaron la pol&iacute;tica con el deporte y recibieron con una sonora pitada los compases del himno que tiene una historia digna y que sobre todo nos representa a las personas que seguimos creyendo en el proyecto com&uacute;n de una Espa&ntilde;a con presente y futuro.</p> <p style="text-align: justify;"> En terreno propio, y aprovech&aacute;ndose de los complejos de nuestro estado de derecho de los &uacute;ltimos a&ntilde;os, miles de aficionados tuvieron demasiados huevos para hacer seguidismo de determinados l&iacute;deres pol&iacute;ticos que intentan romper las costuras de nuestra naci&oacute;n. Todo fue demasiado f&aacute;cil y previsible.</p> <p style="text-align: justify;"> Nuestro monarca, Felipe VI, que sab&iacute;a que acud&iacute;a a territorio comanche, fue el &uacute;nico que supo mantener la dignidad institucional en aquella triste noche. El derecho a la libertad de expresi&oacute;n hace grande al que respeta, y empeque&ntilde;ece al que silva.</p> <p style="text-align: justify;"> Nelson Mandela, l&iacute;der poco sospechoso, puso todo de su parte para que la Copa Mundial de Rugby de 1995 celebrada en su pa&iacute;s, contribuyera de forma decisiva a favorecer la convivencia desde la diferencia. No necesit&oacute; m&aacute;s huevos que su inteligencia y generosidad.</p> <p style="text-align: justify;"> Aqu&iacute; en Espa&ntilde;a, llegan noticias tristes y cobardes de un comisi&oacute;n antiviolencia, dura con el d&eacute;bil y asustada con el fuerte.</p> <p style="text-align: justify;"> No hay huevos, pero parece que tampoco ley. No deber&iacute;a ser dif&iacute;cil se&ntilde;alar como responsable &uacute;ltimo de la celebraci&oacute;n del evento a la Federaci&oacute;n de F&uacute;tbol. A la hora de cobrar los ingresos por publicidad, no ha habido ninguna duda en ese extremo. Les impondr&iacute;a una indemnizaci&oacute;n por da&ntilde;os morales al Estado que triplicara todo los beneficios econ&oacute;micos que obtuvieron en la misma. Despu&eacute;s les retirar&iacute;a los derechos de organizaci&oacute;n de la Copa del Rey y se los pasar&iacute;a al Consejo Superior de Deportes. Por ejemplo.</p> <p style="text-align: justify;"> A falta de huevos, m&aacute;s democracia y respeto a la ley.</p>