Alberto Iglesias Garzón
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Abril es un mes republicano con olor a alcanfor. De banderas descoloridas y nostalgia de lucha obrera. En estos días grises ya no hay pancartas y asambleas en las puertas de las empresas. Los nuevos revolucionarios cabalgan por las redes sociales, incendiando lo propio y lo extraño, sentados en sus casas sacando a pasear el discurso añejo de la lucha de clases con internet y sin litrona. Los hijos de la clase media burguesa, ociosos y aburridos, quieren plantarle cara a los amigos de sus padres, a sus tíos, a ellos mismos y eso no hay quien se lo compre. Los nuevos dirigentes de la izquierda no vienen de los españoles sin herencia y hacienda, sino de lo que algunos analistas definen como “pijopogres”. Con sus espaldas cubiertas, pretenden encauzar la rabia de los verdaderos desheredados con soflamas lanzadas desde sus teléfonos de alta gama, o desde las cafeterías de las universidades en las que se encuentran becados. Para muchos es un juego, pero la desigualdad no puede ser resuelta entre risas y cervezas en un maratón de “Juego de tronos”. La realidad política de los ayuntamientos e instituciones donde ejercen el poder esta nueva generación de políticos tiene poco que ver con la lucha real por la igualdad de oportunidades y la ayuda a los más vulnerables de la sociedad. Su interés parece que es sólo el ejercicio del poder por el poder.</p>
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Ante la inminencia de las nuevas elecciones, en el margen izquierdo de la política española han comenzado a caerse las caretas . Pablo Iglesias nunca quiso saber nada de Izquierda Unida porque entendía que entonces su techo estaría prefijado. Despreció a sus dirigentes y los desinfló en todos los lugares que pudo. Casi consiguió anularlos. Izquierda Unida sobrevivió gracias a sus bases sociales. Ahora son casi testimoniales, pero aún sabiendo lo poco avispados que son sus dirigentes, los prefieren a los que se presentaron como los nuevos rojos. Tania Sánchez patentó un nuevo itinerario en la política de izquierdas española : primero destruyó a Izquierda Unida desde dentro para después sumarse a las filas moradas sin rubor ni honor.</p>
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Con el objetivo de conquistar el poder, Iglesias quiere darle el beso de Judas a un Alberto Garzón más preocupado por lo suyo que por lo de los suyos. Anguita está celebrando esta unión civil y sólo las humildes bases pueden aguar esta unión. El dirigente malagueño es un fan del modelo “taniasanchez” en política, y con su partido o sin él, quiere convertirse en el nuevo Alberto Iglesias Garzón, porque fuera del hemiciclo hace mucho frío.</p>