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La cocina de Adelaida

<p> En un lugar de la Axarqu&iacute;a, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que com&iacute;an con cuchara los escolares de los de apetito dispuesto, tragaderas generosas, m&oacute;vil blanco e internet corredor. Una olla de algo m&aacute;s vaca que carnero, salpic&oacute;n las m&aacute;s noches, duelos y quebrantos los s&aacute;bados, lentejas los viernes, alg&uacute;n palomino de a&ntilde;adidura los domingos, consum&iacute;an las tres partes de su men&uacute; malague&ntilde;o.</p> <p> Estando la crisis econ&oacute;mica bien entrada, las sustituciones de las bajas del personal en la administraci&oacute;n se convirtieron en los nuevos gigantes que los ciudadanos sin roc&iacute;n deb&iacute;an abatir para mayor gloria de nuestro estado del bienestar. Cocineros y pinches quebrados en su salud, con permiso de la autoridad y de los que velan las armas del nuevo &nbsp;Plan por la Igualdad de G&eacute;nero en la Educaci&oacute;n en Andaluc&iacute;a, no podr&aacute;n encender los fogones por mucho que se les toque los calzones.</p> <p> El bocadillo es el elegido para que de alguna forma, estos j&oacute;venes y jovenas, maten a su intr&eacute;pido y persistente gusanillo. De mortadela, o salchich&oacute;n, de chorizo o morc&oacute;n, con pan y fr&iacute;o en su interior, tendr&aacute;n que leer despu&eacute;s todas las haza&ntilde;as del Cid Campeador.</p> <p> La educaci&oacute;n es tema de los mayores para los grandes pensadores. No hay mayor ocupaci&oacute;n para una sociedad que la de ense&ntilde;ar al que no sabe y procurar con las letras y la ciencia que la sociedad no pare de progresar. Cuesti&oacute;n diferente es la de querer monopolizar con el propio pensamiento la orientaci&oacute;n del que educa con convencimiento y no desea imponer sino seducir con lo valioso del saber.</p> <p> La comunidad educativa y la sociedad en su conjunto, conocen por la realidad de su d&iacute;a a d&iacute;a que no son los bocadillos el problema clave de nuestra ense&ntilde;anza, como tampoco los debates encendidos por incluir a golpe de decreto &laquo;la integraci&oacute;n de la igualdad de g&eacute;nero en la concreci&oacute;n de los contenidos curriculares y en las programaciones did&aacute;cticas&raquo;.</p> <p> La consejera de educaci&oacute;n andaluza, Adelaida de la Calle, entra cada noche a su biblioteca, acaricia sus microscopios, y sigue pregunt&aacute;ndose en c&oacute;mo acept&oacute; una consejer&iacute;a que no tenia competencias sobre la universidad. Seguro que est&aacute; igual de inc&oacute;moda pensando tanto en el tipo de fiambre que deben comer los escolares como en este tipo de planes que nunca formaron parte de su discurso en su &eacute;poca como rectora. Por mor del destino, su laboratorio se ha convertido en cocina sin cecina.</p> <p> Con estas razones perd&iacute;a la noble Adelaida el juicio, y desvel&aacute;base por entenderlas y desentra&ntilde;arles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mismo Arist&oacute;teles, si resucitara para solo ello.</p>