La Medicina de Familia en crisis
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La Medicina de Familia es la Cenicienta de la Sanidad en España. Repasando la historia de la Atención Primaria en nuestro país, comprobamos que no tuvo que ser demasiado difícil reformarla a mejor. En España las clases medias comenzaron a ser protagonistas de los cambios estructurales en los diferentes sectores de la sociedad moderna. Ese proceso finalizó con la constitución de los pilares del Estado del Bienestar. Los españoles no podían seguir tolerando la atención médica dispensada en el modelo de Ambulatorio.</p>
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Para esta reforma se necesitó del concurso de un nuevo médico formado en la globalidad y en la complejidad, que abriera de forma sencilla y accesible la puerta al ciudadano a su sistema sanitario nacional y público, y ese era el Médico de Familia.</p>
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Los nuevos médicos de familia y sus representantes, comenzaron a conformar su rasgos definitorios y de clase. Creímos que nos habían tocado con la varita mágica. Se acortaba la distancia con los especialistas hospitalarios en materia de formación, de prestigio profesional, de remuneración y encima nos encontramos con una recién estrenada nueva estructura, los actuales centros de salud. Percibían que se ponía más énfasis en el desarrollo de un modelo con la intención de elevar los indicadores de salud de la sociedad y contribuir de forma decisiva a la sostenibilidad del sistema, que en los temas secundarios. Fueron años de salud y trabajo con sentido.</p>
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Para desgracia de los médicos de familia, la manillas del reloj se acercaron a las doce, y todo comenzó a desvanecerse. La accesibilidad y el control sobre su gasto directo e inducido, se convirtieron en sus nuevos señores, y el nuevo modelo de Atención Primaria se desdibujó tanto, que en estos momentos muchos centros de salud no se distinguirían de los tristes y abarrotados ambulatorios. </p>
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Con la crisis económica se acentuaron los males, y sin disimulo, la Medicina de Familia se quedó fuera de la Universidad, los jóvenes médicos no la eligen en el MIR como primera opción, y sus condiciones profesionales y laborales cada día empeoran.</p>
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Los representantes de los médicos de familia tienen demasiado barro en sus batas y servidumbres muy pesadas, y no pueden articular un discurso de regeneración de la especialidad. No pueden ayudar a sus miembros heridos, y menos aún pueden hacer nada por la Atención Primaria. La mayoría de los médicos de familia no se sienten representados por sus sociedades científicas, por los sindicatos ni por sus colegios profesionales. Perdieron su oportunidad en el tiempo de la abundancia.</p>
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La ciudadanía encuentran en su total accesibilidad a los servicios y la financiación de sus fármacos, argumentos suficientes como para no apostar por otro modelo.</p>
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¿Debemos los médicos de familia convertirnos en los nuevos llaneros solitarios para ganarnos socialmente el derecho a ser escuchados? ¿Nos rescatarán en el último minuto encontrando el zapato apropiado?</p>
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