Romance del mosquito tigre
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Río Guadalhorce, río Guadalhorce, nadie a acompañarte baja. Nadie se detiene a oír, tu eterna estrofa de agua. Tú, viejo Guadalhorce, sonríes entre tus barbas de plata, acribillando con tus mosquitos, a las chicas sin bata.</p>
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Indiferente o cobarde, la ciudad te vuelve la espalda. No quiere ver en tu espejo, su piel maltratada. Quién pudiera como tú, a la vez quieto o mecido por el terral, cantar siempre el mismo verso pero con distinta agua.</p>
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En este Junio de encuestas y tristura, has tenido a bien, torturarnos con el centímetro con alas que acogiste en tus entrañas. Es tigre, por su característico color negro, manchas blancas en el abdomen y rayas también blancas en las patas posteriores, y es mosquito porque vuela y nunca cae en la cazuela. A turno partido, sobrevuela la Málaga derretida de estos días. El cabrón madruga y pica, y en la siesta hasta la sangre le sabe rica. Huevos a cientos las hembras depositan, en el cauce que tú a diario salpicas, asegurándonos un futuro de picaduras y eternas súplicas. Cautivados se sienten nuestros enemigos invitados, que con dos alas fueron premiados, por el amoniaco de nuestra sangre, y la nuez moscada, la canela y el clavo de la comida de nuestra despensa con raigambre.</p>
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El CIS recuerda tu curso, querido río Guadalhorce, y lo que para uno es una curva, para otro es una tendencia. Cifras y letras, para políticos que se juegan su futuro en estas noches que dejaron ya de ser frescas.</p>
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Contrariado se encuentra don Pedro Sánchez, que no consigue disfrutar del ruido del agua serena en su partido. Hubo un tiempo en el que nadó por aguas mansas y sin mosquitos, sin conocer que se depositaban silenciosamente en sus aledaños los huevitos de estos cabritos. Tanto jugar a decir una cosa en poniente, otra en levante, una en noviembre y otra en enero, que hasta mi amigo Samuel ya no sabia si el partido al que votaba es ahora socialista, español u obrero. Comenzó la campaña electoral, y como si se tratara de nuevo de un ritual, los mosquitos tigres de la política han comenzado, al bueno de Ferraz, sin disimulo a picar. Para desgracia de él, su piel huele demasiado a cadaverina, que junto a su intenso sudor, convierten a su sangre en un magnífico manjar para los insectos con rayas de la política a los que picar no les da el mínimo rubor. Nadie sabe si encontrará el repelente necesario para salir airoso de tanto mosquito y tanto calvario. Recuerda querido don Pedro, que el dolor de los mosquitos, por voraces que sean, es menos peligroso que tu candor.</p>