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Catálogo de raseros

<p> La corrupci&oacute;n naci&oacute; en el paritorio vecino al del poderoso. Sabemos que una de las consecuencias principales de la libertad del hombre es su obligaci&oacute;n a tener que elegir. Por la propia naturaleza humana, uno puede aspirar a ser una persona digna o puede apostar por confundirse con el fango que lo hace descender a los infiernos. En el ejercicio de la responsabilidad pol&iacute;tica, al final es el hombre el que se sit&uacute;a en un lado o en otro, no son unas siglas o un ideario concreto, el que tuerce su libertad para decidir o no ser ejemplar en su vida. Con el encumbramiento del relativismo que pari&oacute; la posmodernidad, muchos abrazaron la confusi&oacute;n derivada del mismo. Se apuntaron al discurso que lo ejemplar y lo corrupto no son caras contrapuestas de la realidad, y mucho menos del ejercicio del poder, sino dos visiones complementarias y por consiguiente, no excluyentes. Lo preocupante &nbsp;es que muchos se mantienen en esa posici&oacute;n. Las consecuencias de ese error may&uacute;sculo es que la corrupci&oacute;n de los adversarios debe ser tratada con la furia de una madrastra, y la propia, con los ojos comprensivos de una madre. Esa nueva interpretaci&oacute;n de la viga y la paja en los ojos, dependiendo de a quien pertenezcan los mismos y alejada del sentido del relato b&iacute;blico, resta credibilidad al que emite la valoraci&oacute;n en la dial&eacute;ctica de la pol&iacute;tica, ya que intenta confundir a los propios y a los extra&ntilde;os, y abandona definitivamente la aspiraci&oacute;n del hombre a trabajar por la justicia sin a&ntilde;adidos. Al final del todo, s&oacute;lo busca la comprensi&oacute;n de los propios: la conocida ley del embudo. Esa visi&oacute;n reduccionista y relativista de la ejemplaridad del ejercicio del poder es la que ha generado una gran desafecci&oacute;n a la pol&iacute;tica, por no considerarla una actividad de la que las personas bienintencionadas puedan fiarse.</p> <p> En el panorama actual pol&iacute;tico espa&ntilde;ol existe un amplio cat&aacute;logo de raseros a la hora de poder valorar una actuaci&oacute;n concreta, que sin duda introduce tal complejidad al que intenta interpretar la realidad cotidiana, que la f&iacute;sica cu&aacute;ntica se queda en una &ldquo;mar&iacute;a&rdquo;. Para nuestra desgracia no nos llegan buenas noticias tampoco del lado del periodismo, cuyo papel de contrapeso en una democracia como la nuestra, no es s&oacute;lo necesario, sino imprescindible. Muchos l&iacute;deres de opini&oacute;n adoptan las peores pr&aacute;cticas profesionales heredadas de los subproductos de la telebasura, abandonando el discurso de la b&uacute;squeda de la verdad y se suman a un bando como pandilleros sin disimulo, portando el estandarte de una independencia que no soportar&iacute;a ni tres pases de su propio pol&iacute;grafo trucado.</p> <p> No todo est&aacute; perdido, el hombre siempre nos puede sorprender para bien.</p>