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Experimentos con la ilusión

<p> La ilusi&oacute;n es una matr&iacute;cula par en la Espa&ntilde;a del 31 de Diciembre de Carmena. La obligan a dar la media vuelta cuando dispuesta quer&iacute;a despedir el a&ntilde;o al son de los cuartos y las campanadas. La menesterosa ilusi&oacute;n&nbsp;&nbsp;&nbsp;&nbsp; busca la salida de emergencia de una sociedad con demasiadas bombillas y poca luz, en un diciembre hortera y glot&oacute;n.</p> <p> Hubo un tiempo en el que la ilusi&oacute;n&nbsp; combati&oacute;&nbsp; al fatalismo, al determinismo y la par&aacute;lisis. Los ciudadanos no se quer&iacute;an rendir y no se tragaban el relato escrito por los vencedores en la crisis. Esa esperanza de poder cambiar el signo de la historia se desvaneci&oacute; cuando la ilusi&oacute;n comenz&oacute; a formar parte del discurso nihilista de determinados pol&iacute;ticos. La ilusi&oacute;n es a la pol&iacute;tica en estos momentos, lo que la contaminaci&oacute;n a los n&uacute;meros de las matr&iacute;culas de los coches.</p> <p> En la Espa&ntilde;a de los funcionarios en alpargatas y &nbsp;los cocineros con estrella , es demasiado frecuente observar como determinados pol&iacute;ticos se adue&ntilde;an de la palabra ilusi&oacute;n y la hacen omnipresente en sus discursos. La desnudan, la manosean, la repiten, la vac&iacute;an, la transforman, la anulan. Por ejemplo, I&ntilde;igo Errej&oacute;n, ese cad&aacute;ver exquisito de la formaci&oacute;n morada, se atrevi&oacute; hace unas semanas con un manifiesto titulado &ldquo;Recuperar la ilusi&oacute;n. Democracia para ganar&rdquo;. Sin duda, retorc&iacute;a a la pobre palabra por en&eacute;sima vez y le ped&iacute;a un servicio postrero. Pretend&iacute;a que hiciera de tirita&nbsp; en un escenario de confrontaci&oacute;n fratricida con m&eacute;trica de ciento cuarenta caracteres, y en el que puede quedar un solo gallo. Bien pudiera haber sido Errej&oacute;n el mirlo blanco de un PSOE a la deriva, pero se equivoc&oacute; de puerta tras el 15 M.</p> <p> Nunca me gust&oacute; la ilusi&oacute;n parida por los hijos pol&iacute;ticos del resentimiento, ya que &eacute;ste siempre ha bloqueado a lo largo de la historia la salida a la dimensi&oacute;n aut&eacute;nticamente humana de los problemas, ya que les sustrae su futuro.</p> <p> Es m&aacute;s necesario que nunca despreciar la ilusi&oacute;n y esperar al ironista melanc&oacute;lico. Esa especie de ciudadano due&ntilde;o de su libertad que no cae en los enredos de los afectos y las sensaciones, y que no sucumbe a los cantos de sirena de nuestra democracia sentimental, como bien ha escrito el malague&ntilde;o Manuel Arias Maldonado en su &uacute;ltimo y sesudo libro.</p> <p> Las promesas de las doce uvas de la suerte no son otra cosa que experimentos con la ilusi&oacute;n que se quedan en un pellizco de monja al lado del secuestro que la pol&iacute;tica ha hecho de ella.</p> <p> Deseo que el 2017 nos haga justicia.</p> <p> &nbsp;</p> <p> &nbsp;</p> <p> &nbsp;</p> <p> &nbsp;</p>