En la muerte de mi madre
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Mi madre falleció en la noche del pasado martes cuando la oscuridad pesaba demasiado. Escribió su propia muerte con los versos de su amado San Juan de la Cruz: "En una noche oscura,/ con ansias, en amores inflmada/¡oh dichosa ventura!,/salí sin ser notada/estando ya mi casa sosegada." </p>
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En estos momentos de orfandad, bebo mi dolor a morro con la intención de acabar la botella lo antes posible y sin querer más ayuda que la gracia de Dios y las caricias de mis familiares y amigos.</p>
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He de confesar que tras vivir el fallecimiento de la mi querida madre, comprobé lo que hay de verdad en los versos de mi querido Rilke:</p>
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¡Oh, Señor!, da a cada uno su muerte propia.</p>
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Una muerte que derive de su vida,</p>
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en la cual hubo amor, comprensión, y desinterés.</p>
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Pues sólo somos la corteza y la hoja.</p>
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Y la gran muerte que cada uno lleva en sí</p>
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es el fruto entorno al cual todo gravita.</p>
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Ella tuvo una muerte digna a la altura de su vida generosa y lograda. Su lugar no lo podré sustituir con nada ni con nadie, pero si podré ocupar el vacío de mi pena con el recuerdo de su amor generoso.</p>
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Es tan reciente la herida que todavía supura y no quiero llenar de pena lo que fue una vida plena de felicidad. Estoy en la obligación de recordarla como se merece y también de agradeceros a todos los que me habéis acompañado en este difícil paseo, vuestra generosidad en vuestras caricias en forma de palabras reconfortantes y oraciones elevadas. Gracias de corazón a todos.</p>